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Desde
mi ser
En verdad, ni sé como comenzar este articulo. Si bien
en mi historia de vida, siempre escribí cositas sueltas,
a pedido de conocidos y nunca lo había hecho como un
trabajo profesional; solo de osada, tomaba lápiz y
papel y me dejaba fluir; no asistí a ningún
taller literario y por ende, no me reconozco aún como
una escritora. Pero ésta invitación y oportunidad
que me ha brindado generosamente Katrin, a la que reconozco
como a una de esas personitas maravillosas que de vez en tanto,
el destino nos sorprende felizmente cruzándola en nuestro
camino; me ha permitido descubrir un placer tan inmenso escribiendo,
que hasta entiendo complejo de poder explicar. Si les confesara
que siento desde lo más profundo de mi ser que mi alma
danza, mientras el monitor me devuelve la gráfica de
todo aquello que brota como manantial, frente a la propuesta
de un tema especifico a desarrollar; quizás lo reciban
como una exageración de mi parte, pero es la verdad.
Al principio su propuesta me produjo una inmensa alegría,
porque como es lógico, el ego disfruta del reconocimiento
y la calidez de quien lo halaga; ahora lo descubro fantástico
no ya desde el orgullo, sino desde el corazón. Y es
así, como a pesar de tener en mente el esbozo de aquello
que proyecto desplegar con mis letras; no deja de aparecerme,
como musa inspiradora, el tema de la donación de órganos.
Si lo pienso desde el lugar del amor, encuentro válido
este sitio para intentar la reflexión. Y porque quizás
tampoco pueda correr de mí, todo aquello que enseño
a diario, es que lo entiendo como una sincronicidad, en tanto
y en cuanto, las frases me persiguen y me invitan de continuo
a sembrarlas. El inconciente colectivo es mágico, y
si ese hilo invisible que nos une sabiamente, me moviliza
de semejante manera, ha de ser seguramente para que aquellos
que deban leerlo, tengan la posibilidad de hacerlo. Y si esto
genera entendimiento y salva aunque más no sea una
vida, será una satisfacción inmensa haber podido
colaborar en tan valiosa empresa.
Mi reflexión apunta a cada uno de aquellos que habremos
de jugar un rol ante este desafío, en un intento de
sentir en lo íntimo de mi ser, lo mismo que hará
vibrar la profundidad de la conciencia de cada uno de ustedes.
Les pido entonces, que acepten esto que pretendo expresarles
como la revelación de una confidencia que, a la vez,
es casi una oración profana.
Pienso en el medico que habrá de decidir, casi siempre
con urgencia, si el donante esta vivo o esta muerto, y me
apiado de él. Es quizás más de lo que
podemos exigir a un ser humano. Por eso pido por él,
no tanto por el médico, sino más bien por el
hermano enfrentado con dilemas que exceden largamente su dimensión
profesional.
Pienso en el enfermo que necesita un órgano, y en sus
familiares; en cómo será el tiempo de espera,
cuál habrá de ser la calidad de ese tiempo de
dependencia del prójimo que quiera compartir con ellos
la aventura de la vida y de la muerte. Y pido por ellos. Pido
por que si se salva esa vida, sea dedicada a completar el
aprendizaje que este transito terrenal nos propone. El donante,
ya en otra dimensión, recibirá de este modo
el mejor homenaje.
Pienso en el donante, y admiro su coraje. Y reverencio su
fe en la Ciencia. Pido que no sea defraudado; no hay pena
capaz de saldar los delitos contra el alma.
Pienso en el indeciso. Pido respeto para él, porque
nadie tiene derecho a cuestionar lo que cada uno decide hacer
con su cuerpo, con su vida y con su muerte.
Pienso en el indiferente. No me siento capaz de censurarlo,
quizás porque estoy convencida de que hay un tiempo
para todo. Por eso pido por él paciencia y comprensión.
Pienso en los investigadores científicos. Y también
pido por ellos, para que no dejen de buscar hasta encontrar
la manera de que no sean necesarios los transplantes; aunque
esta invocación parezca un contrasentido. En esencia,
lo que estoy pidiendo es cada vez más luz para las
mentes esclarecidas, para los espíritus tenaces y para
los corazones desbordantes de amor de nuestros hermanos investigadores;
siento desde mi fe, que no puede estar lejano el día
en que la ciencia nos asombre una vez más con un nuevo
avance en la preservación de la vida, que haga de esta
maravilla de los transplantes una honrosa memoria en el archivo
de nuestra estirpe.
Pienso en Dios, en el Dios que cada uno tiene, a veces a pesar
suyo. Y a Él le pido todo lo que pido para cada uno
de nosotros. Luz, mucha luz para todos, especialmente para
acelerar la fuerza incontenible del amor que, en última
instancia, es el sentimiento que hoy me impulsa a compartir
esta inquietud con ustedes.
Autora:
Marcela en exclusiva para © hechizos.info | Copyright - Todos
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